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el Uruguay interior
27 février 2015

Salto - Sarandí del Yí

 

Aún de madrugada, llenamos los tanques de combustible y salimos de Salto rumbo Sureste, haciendo nuestros primeros 7 km de asfalto por Ruta 3 hasta entrar en el camino de Tierras Coloradas, ya en el departamento de Paysandú.

Con precaución debido a la escasa luz del incipiente amanecer, circulamos por un camino de sierra baja, bastante cambiante en su superficie, alternando piedra, arcillas y arenas. A pesar de eso no se pudieron evitar algún par de despistes sin consecuencias. Por suerte estaba seco, porque este camino con lluvia resulta bastante difícil de transitar.

A 30 km, una breve parada al lado de la escuela del pequeño pueblo Bella Vista, construido por MEVIR en una zona de estancias y forestación. De ahí en adelante, las plantaciones de árboles van tomando cuenta del paisaje. La solitaria escuela de Carumbé motiva una fotografía con su alegre mural torresgarciano en su fachada.

Una vez en la bifurcación de Tres Bocas, hicimos el primer desvío erróneo hacia el Este. Retomando la dirección Sur y luego nuevamente hacia el Este, entramos en un campo forestado parcialmente, hasta alcanzar una portera sobre el camino hacia Puntas de Gualeguay, sobre el kilómetro 92 de la Ruta 26. Allí, en el parador al lado de la vieja estación de combustibles ya cerrada, pusimos nafta –almacenada en bidones- e hicimos un desayuno-almuerzo. Un veterano motociclista brasileño apareció en su HD rumbo a Buenos Aires.

Casi 70 km más adelante, por la aburrida Ruta 26, luego de cruzar el Queguay chico, en la escuela Paso Castell de Corrales, giramos hacia el Sureste por un camino de balasto que poco a poco se transformaba en trillo y que nos llevó hasta el arroyo Blanquillo. ao-blanquilloAquí la primera dificultad, al encontrarnos con que, más de la mitad de la antigua calzada que cruzaba el cauce, había sido llevada aguas abajo por sucesivas inundaciones. Por suerte había una variante hacia el Norte, que unos 20 km después, haciendo una U invertida, nos dejaba del otro lado, después de cruzar el Queguay grande.

Piedra Sola, en el límite entre Paysandú y Tacuarembó, nos recibió apenas pasado el mediodía, aunque ya tarde para abastecernos en la estación de combustibles. Un poblado formado alrededor de sus dos estaciones ferroviarias -Piedra Sola y Gloria- de las que sólo queda la primera, casi desierto al calor del mediodía, con sus gentes seguramente almorzando en sus casas. En un almacén encontramos nafta y algunas frutas, además de la habitual charla con los lugareños, que permite conocer algo del lugar en los breves momentos de paso.

Una recorrida por las instalaciones ferroviarias del antiguo Central Uruguay Railway, que tiene sus vías en uso, nos mostró una típica estación construida en piedra en 1890, año en que se construyó la extensión Norte desde Río Negro a Rivera. El hecho de que la estación fuera cerrada cuando murió su jefe y único operario, muestra el deplorable estado del sistema ferroviario uruguayo, donde la falta de inversiones, a favor del sistema carretero, quita al país una herramienta clave para el traslado de cargas a menores costos.

El pedregoso camino hacia el Sur, Tacuarembó adentro, nos llevó hasta la Ruta 5, a la altura de estación Pampa, abandonada, donde tomamos un trillo al lado de la vía, que paulatinamente fue desapareciendo, hasta que el arroyo Cardozo nos detuvo. La suerte estaba de nuestro lado pues el puente ferroviario había sido reemplazado por uno de hormigón, por lo que la vía estaba sobre la capa de balasto y no solamente sobre durmientes. Subimos a la vía y cruzamos, para así llegar a Achar por un rumbo poco habitual, entre pastizales. Para ahorrar tiempo, tomamos la Ruta 43 hasta San Gregorio de Polanco.

Una rápida visita a sus campings en la península, nos permitió ver sus hermosas playas. Es un sitio muy visitado pero donde no es fácil encontrar una gastronomía aceptable.

balsa-de-oribeVolviendo hacia el Norte y girando a la derecha llegamos tocando bocina a la balsa de Oribe, que estaba a punto de zarpar con un camioncito hacia la orilla duraznense del río Negro. El camionero, muy locuaz, nos tomó algunas fotos además de preguntarnos sobre nuestro viaje. Rápidamente tomamos el camino a La Paloma, poblado de la zona Noreste del departamento de Durazno con historias de las guerras civiles del inicio de la república, donde se dice que se asentaron antiguos esclavos del Imperio del Brasil, liberados por Manuel Oribe a cambio de servir en sus ejércitos.

A la salida del pueblo, a algo más de 2 km, se encuentra la estación Islas de La Paloma –ex km 296- de la abandonada línea ferroviaria de fomento que se construyó entre 1933 y 1954 con la intención de aportar al desarrollo de una amplia zona que carecía, y aún carece, de comunicaciones adecuadas. Otro despilfarro de posibilidades, de excelente material de vía por más de 200 km, tapado por la maleza. La estación y su galpón, de grandes dimensiones y excelente construcción como la mayoría de las de la línea, daba muestras de encontrarse habitada aunque no encontramos a nadie en el lugar.

Por un callejón hacia el Sur, nos encontramos sin aparente salida ante un casco de estancia. Un hombre en un tractor se acercó al rato y nos dijo que no podíamos seguir por el camino que teníamos marcado – otro callejón entre campos- porque había un bañado intransitable al frente, “sólo para caballos”. Esa frase ya la hemos oído muchas veces, así que decidimos hacerlo igualmente. Costó algunas vueltas por el campo hasta lograr cruzar algunos pasos que nos pusieron nuevamente en rumbo. El que sí nos detuvo, fue el arroyo Cañas, donde no hubo forma de pasar por ser muy barroso, ancho y profundo. De todas formas nos recompensó una entrada al campo aledaño al paso, llegando hasta la vía férrea abandonada y encontrándonos con un inmenso puente metálico que data de 1950, año de construcción del tramo.

puente-ferroviario-ao-cañas

Dando un rodeo que nos llevó por San José de Cañas, lugar elegido por Mario Delgado Aparaín para ambientar su libro “Por mandato de madre”, llegamos finalmente a Blanquillo, donde reabastecimos las motos y tomamos la decisión de abreviar el camino por rutas más directas hasta Sarandí del Yí debido a la proximidad de la noche. Continuamos por Ruta 43 hasta Puntas de Malbajar –donde hay una estación de servicio- y Ruta 6 hasta Sarandí del Yí, una pequeña ciudad con los servicios básicos y cuna de los raídes a caballo.

Nuestro alojamiento fue la casa de Daniel, sobre la abandonada estación Tabaré –antigua La Palma- cruzando el río Yí, ya en el departamento de Florida. Un hermoso lugar donde funciona un salón de fiestas que esa noche estaba a pleno. Habíamos recorrido más de 400 km, de los cuales, más del 70% fue balasto y trillos.

 

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